Me encontré con Jesús en la isla

Nov 27, 2021 | Testimonio | 0 Comentarios

Siendo joven y estando destinado a una eternidad alejado de Dios, me encontré con Jesucristo en la isla de Palabra de Vida. A Dios le interesa la vida de cada persona y desea producir un cambio en la tuya a fin de poder utilizarte en cosas que jamás podrías llegar a imaginarte. Yo lo sé porque lo he experimentado en mi propia vida. ¡Y todo comenzó cuando me encontré con Jesús en la Isla!

Mi familia vivía en Lakeland, Florida. Yo era el menor y tenía tres hermanas. Mi padre era alcohólico, lo cual me afectaba tremendamente, provocándome amargura, angustia y miedo. Hubo muchas noches en las cuales escuchaba golpeándola a mi madre, y en más de una oportunidad me perseguía por la casa a medianoche. Era un hombre inmenso que pesaba 140 kilos. Todos sabíamos que debíamos meternos fuera de su camino cuando papa estaba borracho y enfurecido.

Mis padres me mandaron a la iglesia mientras crecía. Estaba en el lugar correcto pero allí no aprendí nada que me ayudara a enfrentar el horror que se desarrollaba en nuestra casa.

Cuando cumplí 13 años comencé a juntarme con muchachos de 18 o 19. A pesar de haber jurado ser diferente a mi papa, comencé a adoptar malos hábitos. Mi hermana Bárbara trato de advertirme muchas veces hacia donde me conducirían estas cosas. Cuando estaba fuera de la casa andaba desenfrenado y revoltoso, metiéndome en peleas debido a la ira que ardía en mi interior. Yo también comencé a beber pero al poco tiempo descubrí que no me ayudaba en nada.

Mi vida toco fondo cuando estuve en octavo grado, sintiéndome atrapado entre mi pecado y mi vida familiar. Todo habría terminado en un desastre si no hubiese sido por mi hermana Bárbara, la cual estaba decidida a ver que yo llegara a conocer a Dios personalmente.

Bárbara conocía un empresario creyente en Lakeland llamado Don Kelso. El Sr. K, tal como lo llamaban los muchachos, llevaba todos los años un autobús lleno de jóvenes a un campamento de jóvenes en la isla de Palabra de Vida en Schroon Lake, Nueva York. El Sr. K, junto con Jim Welch, un juez de Lakeland que me conocía muy bien, organizo el viaje y me pagaron los gastos para que fuera a la isla muy especial.

Cuando llegue a Schroon lake subí a una lancha para dirigirme a una isla. Al llegar la lancha me encontré con un hombre muy dinámico y entusiasta llamado Robbie Robertson. Me hecho una mirada y dijo: – ¡Bienvenido a la isla de palabra de vida! ¡Vas a conocer a Jesús en esta isla. Yo respondí: ¿En serio? Y él dijo: Si. Yo pregunte:- ¿cuándo? Él dijo: – esta noche. Yo pregunte: – ¿Dónde? Y él dijo: – En el Salón Pine. Al entrar esa noche al Salón Price escuche a Jack Wytzeb, fundador de palabra de vida, predicando acerca de la necesidad de que yo tenía de nacer de nuevo. No obstante, no tome ninguna decisión durante la reunión. Mientras caminaba de regreso a mi cabaña junto con un grupo de muchachos, el hijo del Sr. K, llamado Don, se dirigió hacia mí y me pregunto: – ¿No es grandioso saber que uno va a a ir al cielo? Aunque yo dije que así era, en realidad no tenía la seguridad de ser salvo. Esa noche, cuando me metí a la cama, Dios me quebranto el corazón y le pedí a Jesucristo que perdonara mis pecados y me salvara.

Mi mama y mi hermana se emocionaron muchísimo cuando regrese a casa al terminar el verano y les conté acerca de mi nueva vida en Cristo. A papa, sin embargo, no le intereso nada. A mí me encantaban los deportes y ansiaba que él me viera jugar al beisbol o baloncesto, pero la bebida lo estaba consumiendo. Cuando termino el año escolar regrese al campamento y me entusiasme aún más en cuanto a vivir para Cristo. Eso se iba a convertir en un desafío mayor del que yo me había imaginado.

Ese otoño se produjo algo que produjo un profundo impacto en mi vida. Larry, uno de mis amigos del equipo de baloncesto, se había ido a cazar con un amigo. Larry acababa de comprar un arma. El amigo de Larry le pidió que le mostrara el arma, y ésta se disparó accidentalmente, matando a mi amigo. Pocos días después, mientras pasaba junto a su féretro, me convencí ante la realidad de que habíamos charlado acerca del cigarrillo, del alcohol y de las chicas pero yo nunca le había hablado a Larry acerca de Cristo. le fallé a él y a Dios. El sentimiento de culpa fue abrumador pero, en vez de buscar el perdón, huí de Dios.

Comencé a evitar encontrarme con mis amigos creyentes. Para fines de ese año escolar había vuelto a fumar, a beber y a salir con las personas que no me convenían. Me sentía tan miserable y la situación en mi casa no me ayudaba para nada. Las borracheras y las peleas se sucedían continuamente y mi mamá sufría los embates de la ira de mi papá, como así también los golpes. Ese verano fui a trabajar con mi tío Jim. Vivía lejos de casa pero aun más lejos de Dios. El dinero que ganaba durante la semana lo malgastaba los fines de semana viviendo una vida desenfrenada.

Alrededor de un mes más tarde recibí una llamada telefónica que cambió el curso de mi vida. el Sr. K, el empresario creyente que anteriormente me había pagado el viaje al campamento, iba a llevar otro autobús con jóvenes a la Isla de Palabra de Vida. Nuevamente se ofreció pagarme el campamento.

Por alguna razón yo quería regresar al campamento de Palabra de Vida, así que dejé el trabajo y me fui a casa. Allí me enteré que el Sr. Kelso quería encontrarme en la estación de autobuses. ¿Qué querría? ¿Conocía él la clase de vida que yo estaba llevando, bebiendo, fumando, andando de parranda? Tiré los cigarrillos, me arreglé un poco y me fui a encontrar con él. No podía creer lo que estaba oyendo. El Sr. Kelso me preguntó si tenía interés de trabajar en el campamento durante el resto del verano. ¡No dejé pasar la oportunidad!

Me dijeron que iba a trabajar en la cocina pero cuando llegue al campamento me lleve una gran sorpresa. Querían que fuera consejero. ¿Cómo podría ser consejero después de la manera en que había estado viviendo? No había leído la Biblia ni había orado durante seis meses. Me había alejado del Señor, viviendo en pecado especialmente el último mes cuando no había habido nadie que me vigilara. Me puse a solas con Dios y le dije que había sido un tonto. Le pedí que me perdonara y que cambiara mi vida. ¡Y él lo hizo! Fui consejero durante el resto del verano. Cuando comencé nuevamente la escuela tenía una visión completamente distinta de la vida. Desafortunadamente la vida en casa continuaba igual.

La salud de mi papá se estaba deteriorando a causa de la bebida. El me había prometido varias veces que iba a dejar de beber pero no cumplió ninguna de las promesas. Continuaba bebiendo y golpeando a mi madre. Un día regrese de la escuela a casa y me encontré que lo habían llevado de urgencia al hospital, nuevamente con hemorragias. Yo estaba seguro que dejaría de beber después de eso pero no lo hizo. Lo único que yo podía hacer era orar por él. Ese verano volví a Palabra de Vida como consejero de adolescentes.

Regresé a casa al final del verano para comenzar el último año de la escuela. El Club Bíblico de la iglesia ese año vio a más de 300 jóvenes conociendo a Cristo como Salvador. Las cosas en la iglesia eran grandiosas pero en casa no había ninguna diferencia.

Una noche, unas dos semanas antes de la graduación, llegué a casa y no había nadie. Las luces estaban encendidas y todo estaba revuelto. Me arrodillé y le pedía a Dios que me preparara para lo que se avecinaba … era mamá. Había tratado de suicidarse, deprimida a causa del alcoholismo de mi padre. Mamá pasó una semana en el hospital y volvió a casa justo a tiempo para la graduación.

Yo no habría podido sobrellevar todos esos años, una crisis tras otra, sin la ayuda del Señor.

Después del colegio asistí a la Universidad de Tennesse Temple (UTT). Mientras estaba allí recibí una carta hermosa de parte de mis padres diciendo que un pastor local los había guiado para que conocieran a Jesucristo como Salvador. Papá dejó de beber durante un tiempo, pero su fe era débil y comenzó a beber nuevamente. Murió unos pocos años más tarde de cirrosis hepática.

Dios me dio un deseo de compartir el evangelio durante aquellos años en la UTT. Por la gacia de Dios, en 1971, mi esposa y yo comenzamos una obra misionera para Palabra de Vida en Argentina. Luchamos contra muchos obstáculos durante aquellos primeros tiempos mientras se establecía el ministerio.

Una noche, estando en Argentina, me sentía muy desanimado. Encendí la radio y escuché una voz conocida. La voz que escuche era de Jack Wyrtzen hablando por la radio desde los Estados Unidos. Mientras escuchaba el mensaje, Jack dijo: “¿Qué tienes en la mano? Eso es lo que Dios le dijo a Moisés y te dice lo mismo a ti. En otras palabras, utiliza lo que él te ha dado, lo que tengas a mano, para servirle. Y él convertirá tu vida en una victoria para Cristo. No necesitas ni riquezas ni nueva tecnología. Todo lo que necesitas es un corazón completamente entregado a Dios. El se encargará de hacer el resto.”

Ese mensaje, escuchado en un programa de radio cristiano, me dio el aliento que yo necesitaba, mi esposa y yo pasmos 20 años en Argentina compartiendo a Cristo y ayudando a establecer un Instituto Bíblico de Palabra de Vida que ahora tiene más de 500 estudiantes. Algunos de los jóvenes que fueron salvos en ese Instituto Bíblico actualmente están sirviendo al Señor en el ministerio en toda América del Sur como así también en Italia, España, Rumania y Ucrania.

Dios bendijo nuestro hogar con tres hijos y ha enriquecido nuestra vida más allá de toda medida. Hoy tengo el privilegio y la responsabilidad de ser el Director Ejecutivo de la Comunión de Palabra de Vida, el ministerio que me presentó al Salvador del mundo, el Señor Jesucristo. Todo comenzó cuando me encontré con Jesús en la Isla.

Hay una canción que aprendí allí hace muchos años que habla muchísimo acerca de lo que Señor hizo por mí:

Encuentra a Jesús en la Isla estando tu corazón enfermo de pecado.

Encuentra a Jesús, déjalo entrar, a su rebaño te conducirá.

¿Qué sucede contigo? ¿Conoces al Salvador del Mundo? Puedes hacerlo. Su nombre es Jesucristo, Dios el Hijo. Jesús vino a ofrecer su vida sin mancha en rescate por tu vida pecaminosa (Marcos 10:45). La Biblia dice claramente: “Todos pecaron y están destituidos de la Gloria de Dios” (Romanos 3:23). También dice que se debe pagar por el pecado, “porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Esta muerte no se refiere a la muerte física sino, más bien, a la muerte espiritual o separación de Dios para la eternidad en el infierno (Apocalipsis 20:15). Estas son malas noticias, pero el Evangelio es buenas noticias. La misma buena noticia que cambio mi vida puede cambiar la tuya. Esta buena noticia es el don de la salvación que Dios ha provisto en su Hijo (Efesios 2:8, 9:1 Juan 5:11-13).

¿Has colocado tu fe en Jesucristo? ¿Has invocado al Hijo de Dios para que perdone tus pecados y te dé una vida nueva?. Si no lo has hecho, hoy podes tomar esta decisión sumamente importante confesándole tus pecados a Dios y colocando tu fe en Jesucristo como Salvador. ¡Si has tomado esta decisión tan importante, escríbeme por carta o correo electrónico para que pueda regocijarme contigo!

José Jordan